Creo que la tendencia de gran parte del arte contemporáneo a "descontextualizar" los objetos o signos (icónicos, verbales o sonoros) para crear mensajes estéticos nuevos se ha convertido en un lugar común. No puedo negar el valor que tuvo en su momento la Fuente de Duchamp como un cuestionamiento sobre la naturaleza de lo artístico, como una crítica al esnobismo y superficialidad del mercado del arte, y como un replanteamiento de los valores estéticos de la época. Sin embargo creo también, que no es posible negar que a raíz de los movimientos artísticos de vanguardia del siglo pasado, el arte en muchos casos se ha convertido en una mero ejercicio (y/o competencia) de ocurrencias "subversivas", "novedosas" o "transgresoras".
Recuerdo que, durante mi fallido y único trimestre en la licenciatura en diseño gráfico, tomé clase con un profesor que además de artista, era admirador de Duchamp y de Christo (el artista búlgaro, no el hijo del dios). Cuando alguien, en una clase, le cuestionó sobre el valor estético de poner un mingitorio de cabeza o de envolver el edificio del Reichstag en tela, el profesor, viendo atacados sus más veneradas influencias artísticas contestó con notable molestia:
-Sí, tal vez voltear un baño o envolver un edificio no requieran la técnica de Rembrandt, Miguel Ángel o Fidias; pero aquí la cuestión no es el objeto, el producto, sino el proceso creativo detrás de éste. No es cuestión de técnica, es cuestión de innovación, de concebir algo nuevo. ¡Concíbanlo!
La verdad es que ese argumento jamás me convenció. El afan de innovación en el arte no es más que un valor relativo a esta época; durante el Renacimiento, -por ejemplo- se creía que sólo se podía alcanzar la perfección al imitar a los modelos clásicos (la doctrina de imitatio auctoris). Además, escudarse en un supuesto "proceso artístico" no es más que una treta, pues de ese modo siempre se podrá argumentar que una obra tiene -a pesar de su pobreza- más significaciones de las que aparenta. Reconozco mis limitaciones y aún no me creo capaz -y no se si algún día lo seré- de definir la naturaleza y el objeto del arte (salvo el tautológico ser bello), pero tengo serias dudas sobre si innovar y descontextualizar son características per se de la obra artística... O tal vez sólo soy un tipo anacrónico y tradicionalista, incapaz de comprender las profundas complejidades de trazar dos rayitas negras y una amarilla sobre un lienzo café de dos metros de altura.
...Aunque por otro lado, seguir las ideas de Duchamp podrían convertirme fácilmente en un artista vanguardista de la palabra. Propongo trasladar los postulados estéticos de la Fuente al ámbito literario, y que los siguientes textos sean publicados, tal como aparecen aquí, por Cátedra, Siruela o Castalia. Con edición crítica (por supuesto) a cargo del doctor Antonio Alatorre
y a Marcel Duchamp!